Nuestra mente es a menudo parecida a un océano agitado en el que continuamente se agitan las olas de su actividad incesante: emociones contradictorias, pensamientos variados, sensaciones, expectativas, etc. La sociedad de consumo que sufrimos dirige nuestra atención hacia la realidad externa, en pos de la adquisición de bienes y de información. La industria del deseo excita nuestras ansias mostrándonos una zanahoria ilusoria magníficamente presentada por las agencias de publicidad. De esta manera la noria de nuestros días va girando y girando, año tras año, al mismo tiempo que la serenidad interior y el verdadero estado de felicidad se alejan cada vez más de nosotros.
En contraste, nuestro mundo interno permanece en la sombra. Nuestra mente es también como un jardín secreto abandonado en el que las zarzas y las malas hierbas, -los pensamientos obsesivos, las emociones perturbadoras, etc.-, crecen por doquier. Resultado de ello es un estado mental y emocional confuso, agitado, en definitiva, insatisfactorio. Sentimos malestar pero no sabemos lo que nos pasa. “Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Por eso nos pasa lo que nos pasa”, decía Ortega y Gasset. Para saber lo que nos pasa no tenemos más remedio que mirar dentro de nosotros mismos, comprendernos a nosotros mismos, hacernos íntimos con nosotros mismos, clarificar nuestras aspiraciones, simplificar nuestros deseos y encontrar el verdadero propósito de nuestra existencia. Esta es la mirada interna, el gran regalo que la meditación tiene reservado para cada uno de nosotros.
fragmento extraído de: http://xiscocandeas.obolog.com/
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